Lanzamiento del Libro "Naufragio y Cautiverio"

Naufragio y Cautiverio, trata sobre la infancia de doña Elisa Bravo Jaramillo, sus padres, su matrimonio; el nacimiento de sus hijos y el Naufragio del bergantín Joven Daniel que ocurrió en julio de 1849, muy próximo a la costa, frente a la playa de Puaucho, entre las desembocaduras de los ríos Imperial y Toltén.
Narra también la historia del Pueblo Mapuche en esa época; las graves consecuencias políticas que este hecho generó en Santiago durante el gobierno del Presidente don Manuel Bulnes y las medidas que el gobierno estuvo dispuesto a adoptar cuando se conoció la noticia del naufragio y se esparcían los rumores de la horrible suerte corrida por los náufragos en manos de los mapuches . Y, finalmente, lo que sucedió durante el gobierno del Presidente don Manuel Montt, el Cautiverio de doña Elisa Bravo y su negativa a ser rescatada.
El cautiverio de las mujeres era una realidad y una costumbre muy frecuente entre los mapuches. El mestizaje era bastante generalizado tanto en el territorio de los descendientes de españoles como en el de los indígenas. Los caciques se prestigiaban teniendo una “chiñura” , como se les denominaba. Normalmente, las cautivas provenían de las correrías realizadas en Argentina y en las zonas fronterizas. El tratamiento que se les daba a este lado de los Andes, era al parecer privilegiado; les ponían otras mujeres a su servicio, tenían ruca aparte y no hay indicios de que recibieran malos tratos. Todo lo contrario sucedía en las Pampas, allá los mapuches eran nómades y vivían en constante movimiento, por este motivo no vivían en rucas, sino que en toldos o en tolderías. Para los Caciques eran una eficaz moneda de cambio. Hubo momentos en que allí habían más de 2.000 cautivos cristianos de ambos sexos, niños, adultos, jóvenes y viejos. Se las canjeaba por un rescate que normalmente consistía en monedas de plata boliviana, animales, alimentos, o medicinas.
Los cautivos, obligados por la fuerza, tenían que armar y desarmar los toldos, para después acarrearlos y cuidar sus componentes, debían lavar, cocinar, cortar leña con sus manos, hacer los corrales, cuidar los ganados y servir de instrumentos para los placeres más brutales. El peor drama lo vivían en el período de adaptación, era un verdadero vía crucis, en ese mundo de barbarie pasaban cosas terribles donde a los que se resistían los mataban a azotes o a cuchilladas.
Mientras más mujeres habían en un toldo, más frecuentes eran las escenas que, por culpa del hacinamiento, despertaban y desencadenaban las pasiones.
Las mujeres recién cautivadas, fueran viejas, jóvenes, feas o bonitas, no sólo tenían que sufrir el asedio de los los indios, sino, lo que es peor aún, el odio, las intrigas, los celos y la envidia, de las cautivas que les precedieron, también el de las esposas del dueños de casa, de las chinas sirvientas o agregadas.
Las mujeres eran implacables con las mujeres y normalmente eran los varones los que las protegían, condoliéndose de las cautivas nuevas, pero eso no hacía más que empeorar la situación, a menos que las tomaran como concubinas o esposas. Pero si alguna vez se cansaba, o por necesidad, o por que se le antojaba, las vendían o las regalaban. Así, la cautiva entraba en un nuevo período de sufrimiento, hasta que el tiempo pusiera fin a sus males.