Nuevos Escritores Locales: LA CARTA - Por Mónica Artigas Ubilla

  Te preguntarás ¿por qué ahora, años después? Necesito explicarte mi actuar extraño, desconcertante, ambiguo. Habían pasado tres meses desde que nos dejamos de ver. Habíamos quedado de vernos en el bar al que siempre íbamos cuando estábamos juntos.

  Vi tu cara iluminada, feliz de verme, yo también lo estaba, pero estaba ahí porque ya me había puesto de acuerdo contigo, porque mi vida había dado un giro trascendental.

-        

¿Cómo estás?

-        

Bien…

-        

Estás muy linda

-        

Gracias…

-        

Bueno, como siempre.

  Yo también me sentía linda y sí quería que me vieras y me lo dijeras. Nos sentamos y pedimos mi trago favorito, un “Alexander”, como tu nombre. Enseguida nos pusimos al día con nuestras cosas cosas cotidianas, después de conversar un rato te dije que había tomado una decisión:

-        

Volví con mi Javier

-        

Qué bueno, pero no entiendo por qué quisiste verme.

-        

Quería decírtelo de frente.

-        

No era necesario, pero bien

-        

Tú, como siempre, calmado, controlado con tu “bien”

-        

¿por qué lloras? Me dijiste…

-        

No quería lastimarte, pero no estaba segura de lo que sentía entonces, creo que sigo queriendo a mi ex, le daré otra oportunidad.

-        

Está bien, pero ¿por qué lloras? Yo estaré bien, lo entiendo… en realidad no lo entiendo pues pensé que teníamos algo importante tú y yo, en todos estos meses que no me llamaste pensé que estabas con él. Cuando por fin llamaste me sentí feliz… pensé tantas cosas como que por fin lo habías dejado, pero bueno, no fue así… no moriré.

Luego de unos tragos, ¿recuerdas? nos despedimos con un fuerte abrazo y con mis ojos llenos de lágrimas nos separamos.

 “¿Por qué lloras?”, qué ganas de decirte lloro porque te estoy pidiendo que me salves, dime que me amas, que estarás a mi lado incondicionalmente. El día anterior a verte, a encontrarnos, me había enterado que estaba embarazada, ¡qué absurdo!, ¡qué loco!, no sé qué más decir.

 No logré escaparme del hechizo, y había quedado atrapada para siempre. No tuve el valor de enfrentar este embarazo sola, lo intenté pero mis negativas de volver con Javier no fueron lo suficientemente enfáticas...frente a los ruegos de él… Acepté casarme con alguien que ya no amaba, pero con quien estaría segura y “cazada”.

 Sólo en las películas la jovencita le dice a su nuevo amor que está embarazada de otro hombre que no ama y que ya no podrán estar juntos, y él le dirá: “-No me importa, te amo y enfrentaremos esto juntos”.

Ese día te dejé ir. Tú eras lo mejor que me había pasado en mis siete años de diversas relaciones; eras un ser maravilloso, fue tan absurda nuestra separación, pero tú no me fuiste a buscar, no te la jugaste.

                                              ….

 

 El tiempo pasó y me casé… mi guata crecía, yo seguí trabajando, feliz con la idea de ser madre, esperando a este hijo con ansias. Un día, estaba por salir de la oficina cuando me avisan que me buscan en recepción.

-¿Quién me busca?, recuerdo que dije.

-No dijo su nombre, sólo preguntó por ti, me respondió la secretaria.

 Bajé con mucha curiosidad, nunca nadie me había ido a ver a mi trabajo.

 Cuando llegué al hall, no podía creerlo: ahí estabas, Alexander, con un gran ramo de flores y yo con una guata de seis meses.

 -Tenía que verte me dijiste, con la voz entre cortada. No podía creerlo, más bien no quería creerlo cuando me dijeron que te habías casado. No me importó cuando volviste con él, siempre tuve la esperanza de que no funcionara esa relación y te decepcionaras; y yo estaría esperándote con mis brazos abiertos para consolarte.

-Te he extrañado, te he necesitado mucho, pero tú sabes, yo no me arriesgo…sólo me quedé esperando…

-Yo esperaba que aparecieras… y no fue así.

-Bueno, es un adiós -me miraste a los ojos y me dijiste, “sé feliz”- no pude decir nada, me quedé paralizada, con las flores entre mis brazos viendo cómo te alejabas.

Era 1981…. Iniciamos una relación sin nombre…estuvimos enamorados, ahora con los años lo sé, todo ese año enamorados…. Pero tú no te comprometiste jamás. ¿Qué pasó? ¿Había un sino, un destino adverso? Hubo algo falso en ti, en mí? ¿Cabe preguntarse qué es el amor?                                 

  Como siempre supe, mi matrimonio era un completo desastre, pero ahí estaba inmovilizada, dejándome llevar una vez más por la marea, pero con un bello hijo que iluminaba mis días.

                                                                

  Venía de la oficina camino a casa, mi bebé me esperaba, era toda mi alegría. Iba sentada en el primer asiento de la liebre cuando te vi que subías…. ¡No podía creerlo, ¡no lo podía creer!, mi corazón se aceleró a mil, sentía los latidos en mis sienes, en mis oídos, en mi pecho, en mi garganta, como si todo lo vivido se vertiera en un instante, te miré fijamente esperando que tu mirada se encontrara con la mía. Cuando nos miramos, la sensación, la emoción, fue indescriptible: ¡estábamos felices de re encontrarnos.

-        

¿Cómo estás?

-        

Bien, bien, ¿Tú?

-        

¿Por qué vas acá?

-        

…Voy camino a mi casa…

-        

¿Y tú?

-        

…A mi trabajo.

-        

No puedo creer que estés frente a mí….no puedo creerlo…

-        

Me alegro de verte… luego de preguntas y respuestas tú tenías que bajarte.

-        

Tengo que bajarme, ¿Cuándo te puedo ver?

-        

¿Para qué?, y moviste la cabeza negando. Me miraste con tus ojos inundados de pena y emoción.

-        

¡Adiós!

-        

¡Adiós!  Te bajaste…

Pensé: esta vez será distinto. Bajé en el primer paradero y me devolví casi corriendo. Sólo quería besarte y abrazarte y decirte que no pasa un día sin que piense en ti, que te quiero a mi lado.

     Sentada, con la mirada ida, una vez más, me quedé inmovilizada, llena de cobardía y pesar.

                                                                Siempre Tuya, Muriel